Cuando ciertas costumbres de crianza se repiten, tienden a transformarse en un mito. Y suele pasar que estos mitos se transfieren de generación en generación convirtiéndose, sin quererlo, en conceptos aparentemente inmodificables. En muchas ocasiones la experiencia comprueba que estas tendencias y certezas necesitan cambiar o ajustarse, y no está mal que así suceda.